A medida que el otoño se profundiza, Nankín se transforma en un lienzo de tonos vibrantes. El aire está impregnado con el dulce aroma del osmanto, que se entrelaza con las bulliciosas calles de la antigua ciudad. Pasea por los senderos adoquinados, donde las hojas susurrantes de los ginkgos comparten secretos de épocas pasadas. En el otoño de Nankín, cada escena compone un poema sereno, cada momento pinta un retrato conmovedor.